
HONDURAS. Muchos hondureños han recurrido al suicidio en los últimos meses del año 2019 inicios del 2020, y ese alarmante índice ya es considerado por profesionales de la Psicología como una emergencia.
El 2019 empezó con un alza en el número de suicidios. Hasta marzo se registraron 97 suicidios consumados y 57 intentos, Según los datos del Observatorio de la Violencia, en el 2016 se registraron 303 casos, en el 2017 un total de 396, mientras que en el 2018 se registraron 350 suicidios. El Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, establece en sus cifras que en los últimos diez años se han suicidado 2,750 personas, lo que equivale a un total de 27 suicidios por mes.
Más allá de las cifras, es importante precisar algunas dimensiones psicosociales del suicidio. La manera en que el suicidio afecta a los distintos grupos sociales de la sociedad (niñez, juventud y ancianos); las motivaciones que conducen al suicidio, que tienen un fuerte contenido sociopolítico (deudas, falta de trabajo, problemas amorosos, violencia, abusos sexuales, etcétera)
Los métodos utilizados para consumar el acto suicida (ahorcamiento, consumo de tóxicos y armas de fuego), reflejan la trama del suicidio, característico de las sociedades individualizadas y fragmentadas.
¿Debería de preocuparnos esas cifras y hechos? Aunque Honduras registra una de las tasas más baja de suicidio en Latinoamérica, lo preocupante es el creciendo significativamente de suicidios en los últimos años y las causas que motivan a las personas a suicidarse, más determinadas por razones sociales que individuales.
Nos encontramos a la puerta de una debacle suicida, no solo porque la atención del tema no es de interés para la administración de Juan Hernández, sino porque la crisis política y económica del país está generando otro tipo de crisis (inseguridad existencial y miedo) que pasan desapercibidas y que evidencian la crisis social en que vive la población hondureña.
I. ¿Por qué se suicida la gente en Honduras? La Psicología supone que el suicidio afecta únicamente al individuo y depende estrictamente de factores individuales. Mientras que la Sociología muestra que el suicidio es uno de los tantos efectos de una crisis social y de unas fuerzas culturales en un momento histórico determinado y que trasciende las individualidades.
Si partimos estableciendo que la sociedad es un todo, que constituye la sede de la producción del universo de representaciones y símbolos de que los individuos se sirven en su actividad mental (por medio de los cuales se comunican), estamos en mejor condición para comprender el papel de la crisis social al momento de regular la vida y personalidad de las personas en la sociedad.
No resulta fácil dar cuenta de las crisis que vive la sociedad. Para el discurso dominante las crisis son políticas, económicas y de seguridad, raras veces hablan de crisis social. El suicidio refleja los distintos problemas que enfrentamos como sociedad, tomando un carácter politizador que va en contra de la norma hegemónica del discurso dominante: la crisis de país reducida a una lucha de la élite política por la preservación del estatus y del poder.
Perfil de la persona suicida en Honduras. Antes de analizar las causas y determinantes del suicidio, es de importancia establecer el perfil de la persona suicida, con el objetivo de comprender que es un problema de índole social y no individual.
La Organización Mundial de la Salud OMS establece que en las sociedades existen factores de riesgo que inducen al suicidio. En Honduras esos factores de riesgo pueden ser problematizados alrededor de la edad, sexo, estado civil, escolaridad, procedencia y mecanismos de muerte.
El estado civil es otro factor de riesgo, ya que mide el grado de integración del individuo a la sociedad. Entre la sociedad, el noviazgo y el matrimonio han dejado de ser la norma y la juventud le apuesta a un tipo de relaciones caracterizadas por la falta de solidez, calidez, superficiales, fugaces y con menor compromiso.
Respecto a la escolaridad, resulta interesante que las personas que se suicidan tienen una vida culturalmente avanzada, lo que no es sinónimo de integración social, ya que el sistema de educación es rígido y desde pequeños se les enseña a las personas a reprimir y callar sus sentimientos.
La procedencia juega otro rol importante. Los suicidios se desarrollan en las zonas urbanas más desiguales y excluyentes del país (Cortés, Comayagua y Tegucigalpa), espacios donde la población tiene grandes problemas para acceder a oportunidades laborales y servicios básicos para vivir una vida plena y digna.
Alrededor de esos factores de riesgo, podemos establecer que el suicidio en Honduras no es un hecho individual, en el cual la persona que se suicida es la responsable de su situación y culpable de su desgracia, sino que es un problema de naturaleza social que está determinado por la dinámica y funcionamiento de la sociedad.
Pero más importante son los determinantes del suicidio. Identificamos tres. Primero: abandono por parte del Gobierno de la institucionalidad pública (salud y educación) encargada de promover la salud mental y la cultura de respeto a la vida. Segundo: la situación económica de país y la falta de oportunidades para un desarrollo de vida pleno y digno. Tercero: el desarraigo social, producto de la desintegración familiar y la pérdida de vínculos interpersonales entre los miembros de la sociedad.
Esas causas y determinantes llevan a la idea que el suicidio es un fenómeno multicausal. Eso obliga a dar un paso más y preguntarnos: ¿en qué sociedad viven las y los hondureños?
En el caso de Honduras, la ausencia de control y la inseguridad existencial reflejan la manera en que el suicidio es producto de los cambiantes ciclos económicos, políticos y culturales que vivimos como sociedad. El golpe de Estado del 2009 dejó al descubierto esos dos problemas y desde entonces el suicidio ha venido en ascenso.
En Honduras, la integración y regulación social del individuo se sustentó sobre la idea del Estado de Derecho y la democracia liberal, alrededor de principios como la libertad, igualdad, solidaridad, democracia, autonomía y justicia. Instituciones sociales como la religión, familia, escuela, universidad y grupos sociales eran los promotores de dichos principios que, a través de una serie de normas, valores y creencias compartidas, buscaron la integración y la unidad de la sociedad.
El Estado ha perdido su hegemonía cultural al momento de integrar, regular y fortalecer los vínculos sociales del individuo, lo que explica que el suicidio aparezca en la sociedad hondureña como una línea de fuga ante una sociedad sin marcos sólidos que ofrezca a la ciudadanía, identidad, seguridad, certidumbre, integración, cohesión y felicidad.
Nos encontramos en una sociedad desestructurada, caracterizada por la ausencia de orden/control y por el vaciamiento de normas éticas y morales que regulen las pasiones individuales.
Tienen razón los psicólogos y sociólogos al decir que el suicidio en Honduras es producto de una “miseria moral”, alimentada por la ruptura de los lazos y vínculos afectivos entre el individuo y la sociedad, conllevando a que la persona agobiada por una situación extrema sufra hasta límites inimaginables. Ante la ruptura de lazos y vínculos, queda el miedo, la incertidumbre, la desesperanza y aparece la inseguridad existencial.
La fragmentación social margina a las personas del resto de la sociedad por temas económicos, educativos y laborales y la mercantilización de la vida genera angustia insaciable por acumular, acceder y poseer bienes.
En esas dimensiones se teje la trama del acto suicida, ya que las personas al no poder integrarse, cohesionarse y acceder a los servicios básicos de vida, experimentan inseguridades y miedos que provocan estrés, depresión y frustración, causas comunes del suicidio en Honduras. La falta de seguridad sobre la vida, generan en la ciudadanía un vacío existencial en el cual reina la incertidumbre y priva la desesperanza.
