
La mayoría de los hondureños continúan encerrados, esperando nada, ya hasta sin esperanzas y muchos en estado de depresión, esto debido al momento difícil que pasa el mundo entero a consecuencia de la pandemia, donde la enfermedad continúa avanzado sin control, pareciera que no va tener fin.
Hasta hemos perdido la cuenta del tiempo y ya ni sé que día amanece fue la expresión de una ama de casa, esto me parece un sueño manifestó otro vecino sentado bajo un árbol, pareciera que nada pasa en el país donde las calles de los pueblos permanecen a solas y en los hogares las familias murmuramos exclamaciones de preocupación.
Anochecer o amanecer ya da lo mismo para el pueblo hondureño, no se mira una esperanza una luz al final del largo y oscuro túnel de la pandemia, la mayoría de la población hondureña se mantiene a la expectativa de las cadenas de radio y televisión donde día a día suman los contagios, los fallecidos y los recuperados.
Otros prefieren no saber de lo que pasa en el país y no escuchan radio, ni miran televisión, mientras en el campo los campesinos hacen su vida normal, levantándose a las 4:00 am para irse al monte a chapear para preparar la tierra y sembrar el maíz.
Total, en el campo con o sin pandemias solo se comen frijoles, arroz y el huevo que a diario pone la gallina, acompañados de 4,5,6,7 y hasta 8 tortillas por cada miembro de la familia, la ama de casa de igual manera se dedica a sus quehaceres como si en la tierra todo estuviera normal.
A tan solo unos pocos kilómetros de los campos hondureños, la situación es diferente en la ciudad, si la ciudad allí donde todos quieren ir, porque se supone hay empleo y mejores condiciones, hoy en día con la llegada de la pandemia seguro todos quieren regresar a su lugar de origen.
Las maquilas suspendieron sus labores y despacharon a miles de obreros, sin salario y muchos de ellos hasta despedidos, usted conoce una estatua un busto fijo y sin hacer mover un dedo, así esta el gobierno, tranquilo comiendo los tres tiempos y sin hacer nada por el pueblo, al parecer no le importa que este pueblo se muera de hambre.
Los políticos caminan en sus carros regalando un poco de comida a sus militantes de partidos, unos con su dinero y los que están en el poder con el dinero del pueblo, pero no importa en estos tiempos de vacas flacas una libra de sal que me regales la valoro mucho.
