El chelito de San Nicolás

Hector Vallecillo personaje patepluma originario de San Nicolás

Letras en cuarentena
Marlon R. Rodríguez……Esa noche no dormí, las noticias decían que el virus andaba cerquita de nosotros, y no es que me preocupa morir, me desvelé por hambre sintiendo ese vacío en la boca del estómago y unas mordidas como si las tripas se comieran entre sí, haciéndose mil «tucos» allí dentro.
Mamá encendió el fogón solo para recalentar el café, este café guacuco me lo regaló un vecino por hacerle unos mandados; es madrugada y debo partir de aquí de San Nicolás, debo aprovechar las sombras porque veo más claro con estos ojos rojos de conejo que me dio tata Dios, ni que decir de esta piel blanquecina que se me descascara con el sol, uno de albino no debe andar de día. Pero si no salgo a la calle no comemos, así que allí le voy caminito, yo no conozco pereza, me mareo de la debilidad, pero más débil quedó mamá allá frente a la hornilla, siempre atizando el fuego aunque no haya nada en los peroles y es que ella desde niño siempre nos engañaba diciendo «ya se va enfriar la comida» …como les decía no tengo miedo a la muerte, no es que sea valiente, pero uno de pobre muere todos los días. Si, un día sin comer es un día muerto, nos morimos por poquito, tuquito a tuquito la muerte se lleva pedacitos de piel, encoge los huesitos; miren a mamá, ella no era así, cada día más chiquita y con la espalda encorvada, como si los orontocos tuvieran poder jalando desde el fondo de la tierra.
He pasado por Tencoa, ya amaneció y hay una larga fila de camiones y autos esperando, están discutiendo que no deben entrar a la ciudad; yo siempre debo pasar inadvertido, ese es mi código de sobrevivencia, a veces creo que no existo, casi nunca hablo, solo aprendí decir: a la orden, gracias, mande usted. ¿Cuándo hablo ni siquiera reconozco mi voz, seré yo? Me pregunto.
He andado por tres días en la ciudad y todo está cerrado, creo que hoy es el fin de mi mundo, y mamá allá atizando el fogón por gusto, cree que si se apaga se acaba la esperanza, pero aquí no hay nadie en las calles, solo un señor con una cámara se ha detenido preguntándome cosas…se ha marchado y dice que él tiene fe en la humanidad.
La tarde cae sobre mi espalda, me recuesto en la acera frente al parque, ya el bullicio de los pájaros cesó…milagro: un joven me ha traído una bolsa con alimentos, luego otra joven trae más comida, y la gente me sube a un carro lleno de cosas; de repente estoy en mi chocita frente a mamá con un tizón encendido, sonriendo y diciendo: viste hijo, esta es la varita mágica que nunca debe apagarse, se llama esperanza.  Redacción Abogado Marlon Rodríguez.